Para responder esta pregunta, primero debemos entender por
qué la mayoría de personas elegimos vivir en sociedad. ¿Cuál es el objetivo de
asociarnos con otros? ¿Por qué y para qué nos necesitamos los unos a los otros?
¿Cuáles deben ser las características de esa asociación para que sea
beneficiosa para todos? Si el objetivo de asociarnos es para vivir la mejor
vida posible, según nuestros propios valores y proyectos personales, y
facilitarnos alcanzar el propósito más importante de todo ser humano racional,
ser feliz, sí es inevitable un gobierno. Si queremos vivir en una sociedad
donde prevalezca la paz, que solo se logra a base del respeto mutuo, sí es
inevitable el gobierno.
Ahora, en base a las respuestas a las preguntas anteriores, ¿cuál
es la naturaleza del gobierno? ¿Cuál debe ser su función dentro de la sociedad?
¿Para qué es necesaria la existencia del gobierno? La naturaleza del gobierno
es institucional, y quienes actúan en su nombre poseen temporalmente el poder
exclusivo, otorgado al Estado, de poner en vigor en una determinada área
geográfica, las normas de conducta que aseguren ese respeto irrestricto de los
unos a los otros. Y cuando alguno de los miembros de la sociedad violente la
vida, la libertad y la propiedad, estos dos últimos derechos necesarios para
que toda persona logre alcanzar sus objetivos de vida, es el gobierno el
responsable de capturarlo y juzgarlo respetando el debido proceso.
Hay quienes piensan que debe haber competencia entre los
gobiernos. Y en cierta forma la hay, por eso muchos emigran a otros países
cuando en el suyo no existen las condiciones necesarias para sobrevivir y
mejorar. Pero, no hay que confundir al gobernante con el empresario. La
naturaleza del gobierno y la naturaleza de la empresa son diferentes. No se
trata de qué puede hacer el gobierno y qué la empresa privada: no es cuestión
de permisos que se otorguen por medio de la legislación. El punto importante es
entender qué DEBE hacer cada uno de acuerdo con su naturaleza. Cuándo el
gobernante o el empresario se entrometen en asuntos que no les corresponden, se
convierten en un obstáculo para que los miembros de la sociedad alcancen sus fines.
Como bien lo explica Thomas Babington Macaulay, en “Southey’s Colloquies on Society” (1830):
“No es por la intermediación del Estado omnisciente y omnipotente, sino por la
prudencia y la energía del pueblo, que Inglaterra ha sido civilizada hasta el
presente; y es a la misma prudencia y la misma energía que ahora nos vemos con
comodidad y buena esperanza. Nuestros gobernantes promoverán la mejora de la
nación limitándose estrictamente a sus propios deberes legítimos, dejando al
capital encontrar su curso más lucrativo, a las mercancías su precio justo, a la
industria y a la inteligencia su recompensa natural, a la ociosidad y a la
locura su castigo natural, manteniendo la paz, defendiendo la propiedad,
disminuyendo el costo de la ley y observando la estricta economía en todos los
departamentos del Estado. Que el Gobierno haga esto: el pueblo seguramente hará
el resto”.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo
Veintiuno”, el lunes 9 de octubre de 2017.
Etiquetas: derechos individuales, empresario, Estado, gobierno, justicia, Lord Acton, seguridad, Thomas Babington Macaulay
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