¿Qué me dejó este año que está a
un punto de terminar? ¿Fue un año extraordinario como lo visualicé al finalizar
2013? ¿Qué gané? ¿Qué perdí? ¿Qué aprendí? Estas y muchas preguntas más suelo
hacerme a finales del mes de diciembre. Pienso que es un examen que varios hacemos
bajo la influencia de la idea de que acaba un ciclo y estamos a pocos días de
empezar uno nuevo.
Todo principio genera esperanza, pero para que nuestros
sueños de hoy se hagan realidad mañana, primero debemos analizar objetivamente
el período que cerramos, los errores que cometimos, los aciertos que tuvimos y
responder a la pregunta evadida por muchos, ¿alcancé mi más alto propósito
moral? ¿Fui feliz?
Sin enfrentar la última pregunta será
muy difícil lograr o conservar el año que viene la felicidad alcanzada, el fin
primordial de todo ser humano. Un fin que se renueva, que cambia cada vez que
logramos un valor. Un estado que, para mantenerlo, demanda de nuestro enfoque
en las cosas que nos son importantes. Mantenernos firmes en nuestro proceso de
integración: en el reto de resolver satisfactoriamente nuestras contradicciones
para poder llegar cada vez más lejos en nuestras aspiraciones. Aprender a
diferenciar cuándo decir sí y cuándo decir no: a distinguir entre aquello que
depende de nosotros y lo que depende de otros y de hechos que no se supeditan a
nuestra voluntad.
Para facilitar mi proceso, lo
divido en cuatro ámbitos: el laboral, el intelectual, el físico y el de las relaciones
personales. Durante esta etapa en casi todas las áreas, a excepción de mi salud
que no me dio ningún problema sino todo lo contrario, me tocó enfrentar retos
desafiantes. A pesar del desaliento que en algún momento pude experimentar, mi
deseo de salir adelante prevaleció y hoy, con mucha satisfacción, puedo decir
¡gané! Gané nuevas experiencias, nuevo conocimiento, nuevas amistades. Renové
mis principios filosóficos con la seguridad de que la evidencia que los
respalda es irrefutable, y que la elección de basar mi vida en la realidad y
dejar la ficción y las creencias mitológicas para la imaginación (el ámbito al
cual pertenecen), ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en mi
existencia. Es precisamente gracias a esa elección consciente que en los
últimos años mi calidad de vida, en todos los sentidos, ha mejorado
exponencialmente.
La única pérdida irreparable que
me deja 2014 es la muerte de mi abuelita, mí bien amada Mamita. Aunque sé que
siempre vivirá junto a mis otros
abuelos en mi memoria, lo que representa un aliciente más para conservarme en
la mejor de las condiciones para no olvidarlos. Adquirir el hábito del
ejercicio diario me permitió disfrutar más de la vida y todo aquello que
contribuye a mi felicidad. Compartir con mis seres queridos me llenó de
alegría. La Maestría en Filosofía que estudio enriqueció mi mente. Sumando a lo
anterior los éxitos en mi trabajo académico, el periodístico y el empresarial
me permiten confirmar que 2014 fue un año excepcional, como lo será 2015.
Artículo publicado en el diario guatemalteco
“Siglo Veintiuno”, el lunes 29 de diciembre de 2014.Etiquetas: amistad, amor, existencia, felicidad, vida
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