No hay que llamarlos indígenas,
ni campesinos, ni labradores. Nombrarlos de tal manera es un insulto a los
indígenas, a los campesinos y a los labradores que dedican su día a trabajar y
son afectados por los actos de estos delincuentes. Sí: delincuentes. Así es
como debemos llamarlos. Pequeñas bandas de gente violenta que no representan a
nadie más que a los intereses de los miembros de los grupos de presión de los
cuales forman parte. Organizaciones que
en muchas ocasiones actúan en complicidad con los gobernantes, como es el caso
de las más recientes protestas que
tanto daño causaron, en particular a nuestros compatriotas de más escasos
recursos.
Tuvieron que morir varios y ser
agredidos otros para que, finalmente, los medios de comunicación le dieran
importancia a los testimonios de las personas que se ven afectadas cada vez que
un puñado de malhechores deciden violentar los derechos de miles, de millones
de habitantes de nuestro país. Al fin se escucha al agricultor al que se le
pudrió la verdura y la fruta que llevaba a vender al mercado, al comerciante
que le quemaron su auto por tratar de pasar las barricadas… a la vendedora que
fue vapuleada por intentar ejercer su derecho a la libre locomoción. ¡Incontables
son las historias de hombres y de mujeres que pagaron el precio de la
irresponsabilidad de los gobernantes que no hicieron cumplir la ley y retiraron
a los delincuentes de los caminos que ilegalmente ocuparon!
En las redes sociales virtuales circula
un video en el cual un guatemalteco indignado les reclama a los delincuentes
que violan los derechos individuales de tantos, el daño tremendo que provocan.
Entre todo lo que dice me parece importante resaltar dos afirmaciones suyas: primero,
que ellos (los que bloquean las
carreteras) son los que perpetúan la pobreza de muchos, y que “por un grupito
de revoltosos todos pagamos”. ¡Qué ciertas son las aseveraciones anteriores!
Con solo estas dos ideas expresadas por nuestro coterráneo y compartidas por la
mayoría, confirmo una vez más que la sabiduría no depende de cuántos títulos
universitarios tiene una persona, si no vean quiénes son aquellos que todavía
se atreven a defender a estos criminales repitiendo la mentira de que se
intenta criminalizar la supuesta protesta popular. La sabiduría, sin
duda, depende del uso correcto de la razón para identificar la realidad, la
cual está al alcance de todos.
Las únicas protestas válidas y justificadas
son aquellas que emprenden los ciudadanos contra quienes abusan del poder que temporalmente
se les ha delegado para violentar los derechos de unos en beneficio de otros, los
que generalmente suelen ser los mismos que gobiernan, sus familiares y sus
amigos. Las acciones violentas de unos cuantos en busca de privilegios son
ilegales e ilegitimas, y no deben ser, bajo ningún punto de vista, permitidas.
Ya basta. Indígnese y proteste en contra de las protestas violatorias de sus derechos.
Artículo publicado en el diario guatemalteco
“Siglo Veintiuno”, el lunes 17 de noviembre de 2014.Etiquetas: bloqueos, CUC, Daniel Pascual, delincuencia, extorsión, gobierno, Guatemala, manifestaciones, violencia
2 Comments:
Que bien dicho. Muchas veces eres fuente de mis propias expresadas, Marta Yolanda Diaz-Duran y aunque ya las tengo dentro, las palabras, tu modo como expresas se convierte en ayuda, y para mi.Evidentetemente que no en todo, pero en muchas cosas. Gracias.
By adi iordache, at 10:45 a.m.
La ley, permite y aún propicia los medios para que la sociedad exponga sus peticiones, de tal manera que está estipulado, que puedan haber manifestaciones y exigencias populares. Incluso, creo, todos estaríamos anuentes de apoyar o en todo caso tolerar esas manifestaciones, sea que exijan genuinamente un derecho o no, si ellas no fueran en contra de los derechos de los que nos sentimos ajenos a dichas reclamaciones. O sea pues, si no pisotearan con las exigencias de sus derechos, los derechos de los demás.
By Anónimo, at 3:59 p.m.
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