Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

10.18.2009

Jaqueca


Hoy, como en otras ocasiones, voy a romper las reglas del periodismo de opinión políticamente correcto. Voy a quebrantar la norma generalmente aceptada de escribir específicamente sobre los temas de actualidad: aquellos asuntos que tienen que ver con la esfera pública. Los hechos que, reconozco, tienen especial relevancia, sobre todo en naciones regidas por sistemas políticos interventores, como lo es el modelito Benefactor/Mercantilista que escogieron para nosotros los constitucionalistas de 1945, el cual ha sido replicado, en el mejor de los copy/paste, por quienes los relevaron en la importante tarea de redactar las leyes que debieran imperar en nuestro país.

Por supuesto, ese grupo de dignatarios incluye a quienes en 1985 nos recetaron el fiambre legislativo que tenemos hoy, al que cariñosamente llamaron “Constitución Política de la República de Guatemala”. Sin duda, acertaron al nombrarla política, pero patinaron bien feo al agregarle lo de República. Nuestra nación poco tiene del gobierno de Leyes propio de una Republica, y le sobra legislación que amplía el poder discrecional del cual gozan los gobernantes, quienes terminan siendo una especie de reyes temporales. Tiempo que aprovechan para enriquecerse y compartir solidariamente su suerte con sus familiares, amigos y socios comerciales (financistas) que los apoyaron en el camino que los llevó a la cumbre del Estado.

Tengo dolor de cabeza y, tal vez, eso me hace ver nuestra realidad presente como una especie de película surrealista capaz de superar la fantasía de Buñuel y Dalí inmortalizada en “Un perro andaluz”. Por cierto, si algo abunda en nuestro terruño son los perros que ladran, y estos sí muerden a los ciudadanos que somos espectadores de una pésima puesta en escena de una mala obra literaria llena de buenas intenciones de algunos y claros intereses de otros, a quienes les conviene mantener el statu quo para llegar al ejercicio del poder y tener al alcance de sus manos las arcas públicas, que no son otra cosa más que nuestros bolsillos. O, podría ser, seguir viviendo de nuestros impuestos, siempre tras bambalinas. Escondiéndose tras las faldas de la sociedad civil.

“Something is rotten in the state of Denmark”. Le dice, en la cuarta escena de la primera parte, Marcellus a Horatio en Hamlet, la célebre obra de William Shakespeare. En el caso chapín, ya no sé en que parte de esta pésima tragedia estamos y mucho menos cuál escena es la que observamos. Lo único que puedo asegurar es que el actual sistema político del Estado de Guatemala ya murió y que el cadáver apesta, ya se pudrió. Y el olor fétido nos recuerda a todos aquellos que son asesinados diariamente. Crímenes que en la mayoría de los casos no van a ser resueltos. Peste que al menos a mí me provoca, entre otras cosas, una tremenda jaqueca que no se cura con un par de aspirinas. Sólo ProReforma puede curar tremenda enfermedad. Démonos la oportunidad de cambiar.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 12 de octubre de 2009. La fotografía del “Guardabarranco” la tomé el sábado 17 de octubre de 2009, en la Galería de Arte de Iván Gabriel, en San Juan Comalapa.

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