Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

9.21.2009

Mente de súbdito


Durante el mes de septiembre particularmente, suelen exaltarse y confundirse dos conceptos importantes en la vida de toda persona: Independencia y Libertad. Y, algo que considero un craso error, utilizarlos de forma indiscriminada, como sinónimos y aplicables tanto al colectivo abstracto de nación, como al individuo concreto: el ser Humano. Una más de las lamentables confusiones conceptuales de nuestros tiempos, que han hecho tanto daño a la civilización y el aprecio y respeto que nos debemos los unos a los otros. Y, aún más importante, el respeto que nos debemos a nosotros mismos, como miembros de la extraordinaria raza humana, creadora de esa civilización.

En esa fantasía manipuladora, casi mitológica, que se crea alrededor del concepto de nación, siempre sale perdedor el ciudadano que termina sacrificando, poco a poco, su Libertad, a favor de la supuesta independencia de ese colectivo llamado Estado, elevado al reino de los cielos desde que Georg Wilhelm Friedrich Hegel lo sustituyó a principios del siglo diecinueve por la idea del Dios supremo y todopoderoso. Idea falsa que fue, por supuesto, abrazada e impulsada por aquellos cuya principal ambición es llegar al ejercicio del poder. Les convenía que la gente estuviera dispuesta a entregar su vida por ese recién creado por el hombre, omnipotente Estado. Y es así como en el siglo veinte y en el presente vigésimo primero, nos llegamos a encontrar con una gran cantidad de naciones independientes, pobladas por esclavos. El geist, el espíritu nacional, visto como un ente superior a la mente de los hombres y mujeres libres.

Sin duda, uno de los pensadores decimonónicos que de una manera sencilla y directa aclara esta confusión, es Frédéric Bastiat, cuando en su breve ensayo de 1848, titulado “El Estado” escribió: “…el Estado es la gran ficción por medio de la cual todo el mundo se esfuerza por vivir a expensas de todo el mundo”. Una obvia contradicción que al final termina siendo nomás el modus vivendi de quienes actúan en nombre de tal ficción. Y estos gorrones son los gobernantes y todos aquellos que forman parte de su círculo de influencia: familiares, miembros del partido, financistas y líderes de grupos de presión. El resto, terminamos siendo expoliados por los mencionados en el párrafo anterior.

Lo anterior es posible gracias al consentimiento de las víctimas, que se rinden a los pies de los que tergiversan los conceptos y manipulan el sentimiento de culpa por hechos en los cuales no hemos tenido nada que ver. Sentimiento que nos es inculcado casi desde que tenemos uso de razón. Sentimiento que lleva a muchos a temer a la felicidad terrena, por miedo a perder una prometida después de esta vida. Una mentira que ha arruinado la vida de muchos, que viven como súbditos de otros, en lugar de “llegar a ser el que eres”, como deseó hace más de dos mil quinientos años, el célebre poeta griego Píndaro: un ser libre.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 21 de septiembre de 2009. El cuadro es de Salvador Dalí.

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