La vida es un festival
Hoy que acepté la invitación que me hizo Mara Corado para escribir una columna titulada Le Haim, el tradicional brindis “por la vida” en hebreo, quiero hacer una breve reflexión sobre la existencia, a partir de la vida que creo conocer mejor: la mía. Al fin, quien me acompañe en esta aventura que, como casi todo, será finita, espero que espere algo de mí que pueda contribuir a que la suya sea más divertida. O, a aprender de los errores en carne ajena. Y, por supuesto, disfrutar de los juegos que jugamos los humanos, niños por siempre, más allá de las arrugas que algún día pueblen nuestra frente.
Dentro de los tantos adjetivos que mis amigos usan para describirme, incluyen el de sibarita. Alguien que, como define el DRAE en su segunda acepción, “se trata con mucho regalo y refinamiento”. Si ni yo me consiento, ¿quién más lo va a querer a hacer? Somos los primeros que debemos reconocernos como seres con derecho a ser felices. Apreciarnos, respetarnos, valorarnos. Siempre, como dijo mi admirado Aristóteles, dentro de la justa medida. Ese equilibrio que nos permite experimentar el verdadero placer, que implica crecer, aprender y asombrarnos con cada amanecer de una nueva experiencia conocida a través de nuestros sentidos e integrada a nuestro espíritu gracias a la decisión individual de usar nuestra razón, condición sine qua non que nos diferencia del resto de animales.
Le Haim es un territorio cuya única frontera será la de los 3200 caracteres aceptados. Voy a divagar sobre el tema que se me antoje: comidas, bebidas, libros. Cine, música, teatro. Pintura, escultura, culturas. Viajes, ciudades, personajes. Temas universales. Un enclave gobernado por la digresión y destinado al ocio enriquecedor: reflejo de mi voz interior. Y eso porque creo que sufro un poco de claustrofobia. Necesito de espacios amplios, iluminados, ventilados. Aunque a veces, no discuto, hay momentos que se disfrutan profundamente en recintos oscuros en los cuales la luz que los convierte en paraísos proviene de la inmensa alegría que un instante indeterminado produce en las personas que lo habitan.
Me acompañará en este antojo aquel que se le antoje hacerlo. Sin obligaciones, sin más compromiso que el de pasarla bien y celebrar la vida. Total, la vida es un placer. El placer de ser y estar: el único deber debe ser el ser auténtico. No falsear la realidad. Así que este es un espacio de libre asistencia y permanencia. Para usted que me lee y para mí que lo escribo. ¿O lo vivo? Ya veremos… Bueno, y como yo no tengo ningún empacho en usar la palabra placer, y menos vivirlo, espero que si decide acompañarme, obtenga placer al leer lo que yo placenteramente escribiré para usted. Por la vida, santé.
Etiquetas: literatura, ocio, Revista NuChef, vida
1 Comments:
Será todo un placer acompañarte, MY... Como siempre. :)
By GUSTAVO A. ABRIL, at 1:37 p.m.
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