Corte
Por supuesto, no olvido que entre los justicieros se encuentra un narcoléptico caballero, que vino ataviado de brillante armadura desde la Madre Patria, a rescatar a los hijos perdidos del Imperio desaparecido, hoy asustados por el crimen organizado que controla al Estado. Aunque, justifico su ya famoso sopor porque en mi terruño, sin duda, el arte de la política es ejercido por un conjunto de estrellas en vías de extinción, cuyas interpretaciones ganarían las más importantes categorías de los premios Golden Raspberry, Razzies o Frambuesa de Oro “que fueron creados por el crítico y escritor de cine John Wilson en 1980, intentado complementar y criticar con un enfoque cómico los Premios de la Academia, premiando a los peores actores y actrices, guionistas, directores y películas de la industria cinematográfica estadounidense”, tal cual explica la popular Wikipedia. En fin…
Más que hacer leña del árbol caído, quisiera resaltar que la mayoría de los recién nombrados jueces máximos, forman parte del grupo de candidatos que no fueron cuestionados. Al menos, para recordarles a mis lectores lo importante de la división del poder, aún dentro de los mismos poderes gubernamentales. Sin embargo, les recuerdo, que nada de esto tiene sentido si no le entramos de raíz al problema que es, ni más ni menos, el sistema benefactor/mercantilista que reina en Guatemala desde hace más de seis décadas. ProReforma es, actualmente, la única respuesta.
Y como recientemente disfruté viendo Silk, una película encantadora que, cosa extraña, me llevó a leer el libro que la inspira, una obra breve deliciosamente escrita por un italiano de nombre Alessandro Baricco, me permito la siguiente digresión, que alguna razón tendrá: “Hervé Joncour siguió llevando durante días una vida retirada, dejándose ver poco en el pueblo y empleando su tiempo en trabajar en el proyecto del parque que antes o después construiría. Llenaba hojas y hojas de dibujos extraños, parecían máquinas. Una noche Hélène le preguntó: -¿Qué son? - Es una pajarera. -¿Una pajarera? –Sí. - ¿Y para qué sirve? Hervé Joncour mantenía los ojos fijos en aquellos dibujos. –Se llena de pájaros, todos los que se pueda, y después, un día en el que suceda algo feliz, se abren sus puertas de par en par y se mira cómo vuelan libres”.
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