Los cocineros de la
pobreza son los burócratas de los organismos supranacionales, con sus recetas de siempre (poco innovadoras,
con cambios superficiales e inocuos), cuyo verdadero propósito es asegurar el menú de
políticas públicas que les permite
vivir la buena vida a costa del hambre de aquellos que sufren las consecuencias
de sus fórmulas para preservar la miseria
de muchos e impedir la mejora en la calidad de vida de la mayoría.
Recetas que
ejemplifican a la perfección el efecto Lampedusa, también conocido como gatopardismo (inspirado en la novela Gattopardo de Giuseppe Tomasi, Príncipe de Lampedusa),
filosofía política de quienes piensan que es preciso que algo cambie para que
todo siga igual. Consiste en hacer las cosas de modo que algo varíe para que lo
demás permanezca idéntico. En otras palabras, se fundamenta en promover
reformas cosméticas e inútiles, cuyo objetivo es distraer la atención de la
gente para mantener los privilegios de los gobernantes, los burócratas (nacionales
y supranacionales) y los grupos de presión.
Los mejores representantes
de estos especímenes los encontramos en organismo tales como el FMI, BM, ONU…,
etcétera. Personajes que constantemente visitan nuestro país para ofrecerles a
los gobernantes de turno el mejor de los negocios: préstamos cuyo dinero gastan
ellos y los pagamos el resto, o sea, los tributarios. Seres insensibles ante el
dolor de los demás, que se aprovechan de las tragedias, como lo hemos visto
recientemente en Guatemala, para endeudar más a quienes pagamos los impuestos
que mantienen a quienes ejercen el poder y los que viven del discurso del Divino Estado, ellos incluidos.
¿Qué obtienen los burócratas de organismos supranacionales
al otorgar préstamos a los gobernantes? Es evidente que logran conservar una existencia
acomodada, algunos con lujos inimaginables para quienes los mantienen, sin
necesidad de correr riesgos ni competir con otros, sin sufrir penas ni
esforzarse para producir un bien o brindar un servicio demandado. En resumen,
para vivir plácidamente a costa del trabajo de otros.
¿Cómo obtienen el dinero que les permite esa vida
confortable y cuánto se embolsan? Entre otros, además de sus altos salarios
(libres de pago de impuestos en su mayoría), por medio de los llamados fondos no reembolsables y las
asignaciones destinadas a consultorías, evaluaciones, seguimientos… y elaboración
de informes que casi nadie lee y no sirven para nada más que mantener el
estatus quo del sistema estatista e intervencionista, pero que les aseguran una
sustanciosa tajada de los altruistas
préstamos.
Al final, somos el
resto quienes pagamos las consecuencias nefastas de estas medidas. Nosotros, la
mayoría que tenemos un trabajo productivo, el cual logramos conservar con mucho
esfuerzo, junto con los empresarios que todavía se atreven a arriesgar su
capital. Somos nosotros quienes sostenemos a los improductivos burócratas
supranacionales, que con sus propuestas, salvo contadas excepciones, terminan
obstruyendo el progreso y fomentando la miseria de la cual viven.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “El
Siglo”, el lunes 18 de junio de 2018Etiquetas: Banco Mundial, corrupción, FMI, Fondo Monetario Internacional, gatopardismo, Gattopardo, Giuseppe Tomasi, gobierno, Lampedusa, ONU, Organización de Naciones Unidas, pobreza, préstamos
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