Fue el 14 de
febrero de 2013, en el cual la mayoría celebraba el llamado día del cariño.
Algunos lo festejaban. Otros lo detestaban. De una u otra manera, casi todos lo
mencionaban. Imagino que Lea De León salió temprano de su oficina para llegar a
compartir la cena con sus seres queridos, como lo hicieron muchos más ese día
fatídico que nunca más será un día de fiesta para quienes la amaron. Ese día un
tipo que no tiene madre ni probablemente nadie que lo quiera la mandó a matar.
Conocí a Lea hace
aproximadamente dos años, en uno de los casos menos comentados por la prensa en
los que ella participó a pesar de que involucra a varios columnistas, yo misma incluida.
Recuerdo ese día que me tocó declarar ante un fiscal del Ministerio Público
sobre una falsa acusación (una más de tantas) que hizo la CICIG en contra de
algunos de los periodistas que hemos cuestionado su presencia y su trabajo en
nuestro país. Recuerdo la grata impresión que dejó en mí la abogada que nos
apoyaba, de quien no conocía nada más que aquello que se había publicado de
ella en los medios.
Luego, me volví a
topar con Lea en los estudios de Canal Antigua, en los cuales la entrevisté en muchas
ocasiones. Su nombre siempre surgía cuando planificábamos un programa en el cual
debíamos abordar asuntos penales. Al conocer de primera mano su claridad y
valentía para tratar temas que la mayoría temen, decidí invitarla también para
discutir sobre cuestiones similares en el programa radial “Todo a Pulmón”. Pasó
Lea a ser un personaje frecuente en Libertópolis. Una mujer controversial
porque decidió involucrarse en casos difíciles, algunos incomprensibles al
menos para mí, los cuales pareciera que ningún otro abogado estaba dispuesto a enfrentar.
El día que Lea
fue asesinada me encontraba discutiendo con amigos en un club de lectura. Sonó
mi teléfono exactamente a las 6 de la tarde. Quedé sorprendida al ver que me
llamaban del Canal. Al responder solo escuché decir a Regina Román, sumamente
impresionada, que Lea había muerto. Lea de quien habíamos hablado el día
anterior. Lea a quien contemplamos invitar para tratar el tema de los jóvenes
dedicados al crimen. ¿Será el sicario que acabó con su vida uno de esos
jóvenes? En fin, de lo que sí estoy segura es de que quién lo haya hecho es uno
de esos criminales al cual debe aplicarse la pena de muerte, tal y como
estipula nuestra legislación. Esa Ley en la cual Lea creía y la carrera a la
cual dedicó su vida.
¿Quiénes son los
culpables? No sé. Solo sé que lograron recopilar suficiente evidencia, vídeos
incluidos, para averiguarlo. Queda en manos del Ministerio de Gobernación y el
Ministerio Público encontrarlos lo más pronto posible, atraparlos y
presentarlos a los tribunales correspondientes para que sean procesados. Espero
que el asesinato de Lea De León sea resuelto y se haga justicia. Ojalá esta
muerte que impactó a tantos no sea la prueba que faltaba para demostrar que en
Guatemala se rebasó un límite más de la impunidad.
Artículo publicado en el
diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 18 de febrero de 2013. La
fotografía fue tomada por Regina Román en octubre de 2012. En esta aparecemos
Lea De León, Estuardo Zapeta y yo, en orden inverso.Etiquetas: asesinatos, Canal Antigua, CICIG, Estuardo Zapeta, Lea De León, Libertópolis, Ministerio de Gobernación, Ministerio Público, Regina Román, Todo a pulmón
1 Comments:
Que pena. Esos tios. No tienen corazon. Y en Guatemala no hay justicia. Hay que pedirle a Dios que Fortalezca a toda su familia.
By Anónimo, at 12:24 p.m.
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