Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

1.10.2011

2011



Ya llevo un par de años de titular mi primera columna del recién iniciado período de 365 días con el número que lo identifica. Este año cambié una variable de esa aún frágil tradición, porque hace una semana publiqué un intento de cuento breve, tal y como le comenté a los editores de las páginas de opinión de Siglo Veintiuno. Circunstancia que tuve que aclararle a mi misma madre, quien creyó que era yo la protagonista de la historia. Al fin, lo que relaté pudo no haberle sucedido a nadie. O puede que a muchos. Nunca lo sabré. Era una ficción.


No obstante, el hecho de que no haya sido mi primer artículo del presente ciclo el titulado con el número de año correspondiente, no quiere decir que terminé con la que deseo se convierta en una costumbre. Una costumbre no sólo mía, sino de muchos columnistas más, por lo que pude ver en los primeros días de este 2011. Y como, al menos que yo sepa, no existe ninguna persona propietaria del mencionado dígito, continúo con mi plan original.

El dejar que pasara casi una semana del presente período (escribo el día después de la frustrada visita de Los Reyes Magos a mi asteroide), me permite confirmar una hipótesis mía planteada a finales de 2010. Esa hipótesis es que éste será el año más intenso y riesgoso, políticamente hablando, del tiempo que tengo de existir. De mi vida adulta. Los demonios, todos los males, escaparon del ánfora de Pandora y están dispuestos a hacer lo que sea necesario para llegar al ejercicio del poder. O, mantenerse en este. Nosotros hoy podemos lograr lo que no alcanzaron los griegos originales: dejar que también se libere la esperanza.

Lo anterior lo escribo en un día precioso, esplendoroso, con un sol alumbrando sin interrupción en un cielo azul celeste encantador. ¡Quién podría pensar que vivimos en medio de una imparable vorágine, en medio de una creciente incertidumbre! ¡Quién podría creer que el año prácticamente comenzó con un ataque terrorista! En la primaveral tierra del quetzal… en constante devaluación. Sin embargo, escribo a partir de una profunda y sólida convicción de que este también puede ser el año que finalmente cambiemos lo que hay que cambiar: el sistema y no sólo quiénes gobiernan. Mi compromiso será entero con este sólo objetivo.

Nota aclaratoria: la visita de los Reyes Magos fue frustrada, digo, porque no me dejaron nada. Por tanto, es plausible lo expresado por Estuardo Zapeta en Twitter: que Melchor, Gaspar y Baltasar fueron apresados en Venezuela por orden de Hugo Chávez, acusados de ser espías del imperio yanqui. Espero que Arturo Valenzuela, subsecretario adjunto para América Latina de EE.UU., se pronuncie al respecto como lo hizo en el caso de la “medida antidemocrática” de la anterior Asamblea Legislativa de Venezuela que otorgó poderes dictatoriales al sujeto que gobierna el mencionado país. ¿Hará algo, ante semejantes acusaciones, el Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza? Otro misterio de la burocracia estatal supranacional.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 10 de enero de 2011. La imagen la bajé de Internet.

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