Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

10.25.2009

Luna Rossa


Cierro mis ojos. Una tarea difícil, más cuándo mi objetivo es escribir. Pero los cierro. Paro. Los abro. Escribo. Los cierro. Pienso. Escribo lo que recuerdo. Quedo libre de escuchar: maximizo el más potente de mis sentidos, el que nunca descansa. Siento el teclado: el tacto vuela. Aspiro y siento como el olor a café recién molido llena mis pulmones. Me falta el gusto de beberlo. Lo bebo.

Me pongo los lentes. Abro los ojos otra vez. Veo, mientras predomina en mi mente el recuerdo y no lo que observo sin ver. Pienso en tantos absurdos aparentes, ¿o son sólo apariencias? que forjan el siglo veintiuno. Me cuestiono sobre cómo voy a decidir frente a las circunstancias que no escojo. ¿Soy Yo y mis circunstancias? Soy más, ¡mucho más! Las Moiras no me construyen. Las Parcas no me definen. Sólo Yo y cómo decido enfrentarlas. Ni Cloto, ni Láquesis, ni Átropos me determinan. Mañana lo escribo en tiempo presente.

“E'a luna rossa mme parla 'e te, io lle domando si aspiette a me, e mme risponne:” de rojo promete teñirse nuevamente mi tierra. Rojos los rostros de aquellos que sangran las ilusiones de los otros y prometen lo que nunca van a cumplir. Marte, el planeta rojo, el planeta regido por Ares quien, juran algunos, vela por los arianos. Ariana me dice el calendario que soy, pero Yo decido ser humana. Rojo el que predomina en mis venas como rojo es mi vino. Rojo el del fuego que arde en la fogata de las vanidades de pocos que cometen atrocidades en contra de la razón de muchos que se dejan engañar. Tan responsables los unos como los otros de la sangre roja que circula en las arterias de la nación que perdió su eterna primavera, enlutada por la muerte impune de tantos. Enviciada por las mentiras descaradas de los poderosos. Al último círculo del infierno de Dante pertenecen estos seres perniciosos.

“Es el pueblo el que se subyuga, el que se degüella, el que pudiendo elegir entre ser siervo o ser libre, abandona su independencia y se unce el yugo; el que consiente su mal o, más bien, lo busca con denuedo… ¿Qué debe estimar el hombre más que recuperar su derecho natural y, por así decir, de bestia volver a ser hombre?... ¿Qué desgracia ha sido esta que ha podido desnaturalizar tanto al hombre, el único verdaderamente nacido para vivir libremente, y hacerle perder el recuerdo de su primer ser y el deseo de recuperarlo?” Étienne de La Boétie (1530-1563), “Discurso de la servidumbre voluntaria”.

Corro mis párpados. Leo los diarios. Nada me es ajeno. Casi nada es mío. Ni el niño perdido en el globo y encontrado en un cajón, ni Asterix y Obelix en su cincuentenaria celebración me pertenecen. Más es mío el reclamo de igualdad, pero no de aquella falsa que pide privilegiar. Me refiero a la aplicación de las mismas leyes para todos los hijos y los entenados de la Tierra, cuyo satélite extraño durante el día y busco por las noches, en especial cuando refleja el rojo de mis revolucionarios ojos.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 19 de octubre de 2009. La fotografía de la Luna la tomé el 9 de enero de 2009. La modifiqué hoy, domingo 25 de octubre de 2009.

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