Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

10.07.2013

Mente burócrata servil



Hace unas semanas escuché a la viceministra de Finanzas, María Castro, tratar de justificar falazmente el Presupuesto de malgasto y despilfarro de los gobernantes propuesto para el año 2014. Como es conocido, gran parte de nuestros impuestos están destinados a pagar los sueldos de quienes ¿trabajan? en el aparato estatal, y abonar a la deuda adquirida por los gobernantes. Fue lamentable escuchar al entrevistador justificar lo anterior como un compromiso del Estado que no admite discusión. Por supuesto, es fácil mantener esta posición cuando el dinero para cumplir tales compromisos sale del bolsillo de otros.

Si no alcanza lo recaudado, entonces ¿por qué siguen aumentando el número de burócratas, creando nuevos Ministerios, más secretarías y otros entes que van a necesitar personal para hacer quién sabe qué? ¿Acaso beneficia esa estructura a los obligados a mantenerla? ¿O es solo para alimentar al voraz clientelismo político? ¿Para acomodar a familiares, amigos y miembros del partido? Bien dijo George Orwell: "El lenguaje político está diseñado para hacer que las mentiras parezcan verdades y el asesinato respetable".

El mismo argumento es aplicable a la mal llamada deuda pública. ¿Por qué siguen comprometiendo al tributario adquiriendo más préstamos que no contribuyen en nada a al progreso sostenido en el largo plazo de los habitantes de nuestro país? Cada vez más parece que trabajamos primordialmente para pagar las deudas y las necesidades de otros. “Mientras más gasta el gobierno, menos puede gastar el ciudadano. Las obras públicas no se hacen con el poder milagroso de una varita mágica. Son pagadas con fondos arrancados a los ciudadanos”, Ludwig von Mises.

Otro ejemplo de la mente servil que suele tener un burócrata, es la respuesta que dio Carlos Vega, analista de ASIES, a una de las preguntas que le hicieron en la entrevista publicada el sábado 28 de septiembre en Prensa Libre: “En todo el mundo todo está registrado. No sé por qué los celulares no estaban registrados aquí”. Un ejemplo de lo dicho por Lew Rockwell: “No es una coincidencia que los Estados deseen educar a los niños. La educación del Estado, por su parte, se supone que es evidencia de la bondad del Estado y su preocupación por nuestro bienestar. La explicación real es menos halagadora. Si la propaganda del gobierno puede echar raíces mientras los niños crecen, los niños no serán una amenaza para el aparato estatal. Ellos sujetaran las cadenas a sus propios tobillos”.

Quien no se atreve a razonar, a buscar sus premisas y contrastarlas con la realidad para determinar si estas son verdaderas o falsas es esclavo de quienes piensan por él, sin importar si es el vecino, el gobernante o el resentido líder social. Quien no se atreve a cuestionarse a sí mismo, termina siendo como aquellos a quienes sigue como borrego. No es solo la ignorancia de la gente la principal causa por la cual los poderosos hacen lo que se les antoje: también lo es la ciega obediencia a preceptos falsos.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 7 de octubre de 2013.

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