Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

10.15.2012

Tragedia en Toto




Lamento la muerte de siete personas el pasado jueves 4 de octubre en Totonicapán. Siete, porque incluyo a la misteriosamente desaparecida (además de muerta), María Xicay Ratzán de Ajcabul quien murió en el vehículo que la transportaba desde Santiago Atitlán para recibir atención médica porque los manifestantes de ese día no la dejaron pasar, tal y como lo relató la maestra Mayra Mendoza según el reportaje de Karla Marroquín de Emisoras Unidas que pasó por primera vez el día de la tragedia. Un homicidio culposo: causar la muerte, un ser humano a otro, obrando con culpa, o sea, sin intención o dolo, pero con negligencia.

La incluyo porque considero que la información trasladada ese día es fidedigna. Que luego, vaya a saber por presión de quién, la maestra que reportó la muerte se desdiga (según “elPeriódico”) o no conteste el teléfono (según Emisoras Unidas) no cambia la declaración que miles hemos escuchado. Si a lo anterior agregamos los incontables relatos de terror de tantos que han sido intimidados por manifestantes, en esta trágica ocasión y en muchas otras, se fortalece mi creencia de que la primera versión es la cierta.

La mayoría queremos que se encuentre a los culpables de la tragedia y que sean debidamente enjuiciados. Por el momento se encuentran acusados militares que, ante el ataque de la turba, reaccionaron en defensa propia, tal como podemos escuchar en los audios que circularon ese día. Pero, además de los militares, hay que procesar a los líderes de los grupos de presión, a la llamada dirigencia popular, que promovió la comisión de delitos por parte de quienes se encontraban bloqueando las carreteras e intimidando a quienes querían circular por estas. Los principales responsables de las muertes acaecidas ese fatídico jueves 4 de octubre de 2012 son aquellos que instigaron a otros a convertirse en delincuentes, independientemente de que hayan sido engañados, extorsionados o manipulados.

Solo yo sé cuánto me ha costado escribir este artículo pues, entre otras cosas, como escribió Víctor Hugo en “Noventa y Tres”, su última novela: “Donde ha entrado la tragedia, quedan para siempre el horror y la compasión”, y por lo menos esas dos emociones se mezclaron en mi corazón. Sin embargo, si quiero que mis actos sean justos y tomar las decisiones correctas para el bienestar mío, de mis seres queridos y mis compatriotas honestos, productivos y benevolentes, no puedo dejar que la emoción nuble mi razón. Toda consecuencia tiene una causa. Y ésta última es la que tenemos que encontrar y aceptar para que las cosas cambien para bien y deje de morir violentamente gente en Guatemala. En todos lados.

“¿Hasta cuándo Guatemala?” cuestionó alguien en mi cuenta en Facebook (Facebook.com/mylibertas). “Hasta que TODOS entiendan que TODOS somos iguales ante la ley. Que TODOS tenemos los mismos derechos. Y que TODOS debemos respetar los derechos de los otros”. Fue mi respuesta.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 15 de octubre de 2012. La fotografía pertenece al archivo de “Siglo Veintiuno” y fue tomada por Mariano Rosales Cutz.

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