Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

9.10.2012

Políticos Propiedad Privada




Se prohíbe invadirlos. Ya tienen dueños con registro de propiedad debidamente escriturado. Quien aún no tenga uno de estos ejemplares que se encargue de velar por sus intereses, sin importar que pase por encima de los derechos de los demás, busque uno en los clasificados de los desocupados. O en la cantina de la esquina. También es posible que encuentre a un clásico miembro de la especie mencionada en el prostíbulo del pueblo. Que es fácil localizarlos no hay duda: son aquellos que a falta de méritos propios se dedican a vivir de los otros.

Por supuesto, no espere que le sean leales. ¡Mucho menos fieles! Se venden al mejor postor y en el momento menos esperado, una vez llegan el ejercicio del poder, lo más probable es que lo dejen a usted, que financió su carrera, al costado del camino. Con suerte no lo van a meter a la cárcel cuando necesiten de un chivo expiatorio para distraer al público de los desmanes en los que andan envueltos y las transas en las cuales se han involucrado con los que ahora creen que son sus dueños. Al final, todos, menos los avezados pícaros que tienen la sartén, perdón, la ley por el mango, son unos ingenuos, por no repetir un adjetivo vulgar que se suele utilizar en estos casos.

Aquellos que se sienten (o se creen, que es todavía peor) los dueños de los actuales gobernantes, aquellos que en un intento fracasado de defender los errores garrafales que han cometido los hoy todopoderosos del país se atreven a decir “¡No sean tan malos! ¡No los critiquen tanto! Si estos son los nuestros…” quiero aclararles que al menos yo NO estoy interesada en poseer ni la más mínima parte del  ácido desoxirribonucleico de ninguno de los animales ¡bien vivos! que se dedican a ejercer la alguna vez considerada noble tarea política.

Hace ya muchos años, y sin necesidad de que decretaran una ley antiadopciones que promueve la orfandad, decidí de manera libre, soberana e independiente, como dicen que es Guatemala, declararme huérfana de padres de la patria. Yo estoy segura de que esa gente no es mi progenitora política, ya que a excepción de dos o tres (lo cual puede ser una exageración), no comparto con ellos valores ni considero que individuos de semejante calaña tengan la capacidad, el deseo y el conocimiento de decidir qué es lo mejor para mí y mis compatriotas que, como lo hago yo, trabajan, se arriesgan y se esfuerzan por crear riqueza y vivir del producto de su mente.

Se pueden quedar con todos ellos enteritos. Los pueden arropar con su manto protector y cuidarlos con amor. Pueden imaginar un paraíso redentor a su lado por toda la eternidad, que a mí me da igual. No derramaré una sola lágrima cuando los traicionen y los cambien por otros a quienes consideren más fáciles de manipular. Seguiré como hasta hoy cuestionando el abuso del poder, la corrupción y las mentiras descaradas de la minoría que gobierna y se cree propietaria de los habitantes, de los mandantes de mi país.


El presente artículo fue publicado el lunes 10 de septiembre de 2012 en el diario guatemalteco Siglo Veintiuno.

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