Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

10.10.2011

Jobs



Trabajos, trabajos, muchos trabajos de apellido productivos. Esos, y muchos valores más, fueron el resultado de la laboriosidad de Steve Jobs: un autentico Hank Rearden, de los que quisiera existieran millones. Además de esos trabajos que recuerdan su propio apellido (jobs), su genio legó a la humanidad una riqueza incomparable, que nos permite hoy vivir en mejores condiciones que las afrontadas por nuestros antepasados.

Como bien escribieron Yaron Brook y Don Watkins en www.forbes.com el pasado jueves 6 de octubre: “There is a widespread recognition that Jobs was a creative genius who changed our world profoundly and for the better... there is nothing greater or nobler than the creative geniuses whose productive ability has created our modern world.” (“Hay un reconocimiento generalizado de que Jobs era un creativo genial que cambió nuestro mundo profundamente y para mejor... no hay nada más grande y más bello que los genios creativos cuya capacidad productiva ha creado nuestro mundo moderno”.)

El célebre discurso de Jobs en Stanford University en 2005 me ha inspirado a ser mejor persona y apreciar más mi vida. Me atrevo a pensar que no soy la única que se ha sentido de tal manera. La vida es movimiento. El movimiento es acción. Las acciones son la consecuencia de nuestras decisiones. Steve Jobs fue un hombre de acción, que no esperó que otros (el Estado, la sociedad, el vecino…) le solucionaran la vida. Él se movió en pos de sus objetivos. No exigió a otros más de lo que se exigió a sí mismo. Siempre quien actúa es un individuo concreto. Ahí radica la importancia de tener claros nuestro propósito y el sentido de nuestra vida: quién queremos ser y cómo lo vamos a lograr.

Steve Jobs fue alguien que, independientemente de las circunstancias en las que nació y creció, nunca se lamentó de su miserable suerte, ni esperó que el Welfare State (como hacen otros) le entregara un cheque mensual que le asegurara alimento y techo a costa de vivir una vida mediocre y conformista (¿Acaso es eso vivir? Eso es vegetar y ver pasar la vida). Por el contrario, buscó ser alguien productivo e independiente. Decidió utilizar su mente y arriesgarse a crear. Un hombre moralmente digno.

Alcanzó sus objetivos haciendo lo que amaba. Se olvidó de la inevitable muerte y se preocupó por vivir. Vamos a sentir la ausencia de Steve Jobs porque mientras vivió se sintió su presencia. Aún aquellos que no son capaces de superar sus complejos e intentan demeritar la obra de los creadores, irónicamente, necesitan de sus creaciones para soltar su veneno. Sin genios como Jobs, ni siquiera se escucharía la voz de los resentidos, los envidiosos y los saqueadores. Una ironía más del sistema de normas que imperan hoy y son contrarias a nuestra naturaleza.

Quiero vivir mi vida como la de todos aquellos que han sentido el orgullo de ser el producto de su mente y su esfuerzo. Viva eternamente el ejemplo de Steve Jobs.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 10 de octubre de 2011. La imagen la bajé de la Internet.

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