Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

4.05.2010

SS


¿Sólo Santos? No. Nadie asistiría a la cita. Los santos no existen. Es algo ajeno al humano tal cual es, a pesar de los siglos de los siglos que tienen de repetirlo los religiosos, independientemente de su creencia y los ritos que practiquen. Y, por favor, quisiera que no malinterpretara mis palabras. No es mi intención herir sensibilidades, aunque sé que es casi imposible no hacerlo. Lamentablemente, hay quienes leen o escuchan lo que quieren leer o escuchar, y ponen poca atención a lo que en verdad escribo o digo. Y lo anterior no es condición exclusiva mía. Nos suele pasar a todos, más allá de la profesión u oficio que practiquemos.

Perfecto y libre de toda culpa: la primera acepción que da la RAE a la palabra santo, un vocablo íntimamente relacionado con lo sagrado: digno de veneración por su carácter divino o por estar relacionado con la divinidad, según la misma Academia, también en su primer significado. ¿Tendré que definir perfecto y culpa? Cito para tal efecto, al “Breve diccionario etimológico de la lengua española” cuyo autor es Guido Gómez de Silva: perfecto es algo “muy bueno, excelente, sin defecto… completo, acabado”; y culpa “falta cometida voluntariamente… hecho de ser responsable de una falta o infracción de la ley”.

Por supuesto, podría irme ad eternum definiendo los términos que utilizo, pero por el momento los que presento son suficientes para enfatizar el punto que hoy me interesa: la imposibilidad de ser perfectos y alcanzar la felicidad si intentamos hacerlo a partir de requisitos impuestos que contradicen nuestra naturaleza. Idea aplicable tanto en el campo espiritual como en la esfera social, regida por legislación arbitraria producto del capricho de los legisladores y no de la experiencia que nos dejan milenios de evolución y progreso.

Es un anhelo legítimo pretender SER lo mejor que podemos SER, con nuestras virtudes, cualidades y características propias, reconociéndonos como seres teleológicos (que tienen fines individuales), con estilos de alma únicos e irrepetibles. Culpa sólo debemos sentir, y pagar las consecuencias de las acciones que hayan provocado ese sentimiento, cuando violentamos los derechos de otros al buscar nuestros valores o intentar conservarlos. En cualquier otro caso o situación, no somos más que títeres manipulados por políticos o por aquellos que se han erigido como portavoces de lo divino, obviando que son tan humanos como usted o como yo. Falibles. No existe el pecado. Existen los delitos y los crímenes que deben de ser penados.

Si prevalecieran la razón y el respeto a la vida, a la propiedad y a la libertad de todos ¡qué diferente sería el mundo! Sin embargo, la pereza de pensar, de cuestionar, de buscar la evidencia que sustente nuestras premisas termina convirtiendo a muchos en seres tristes y resentidos, personas que sólo esperan el final de sus días viviendo una existencia vacía en lugar de disfrutar de la irreemplazable bendición que es la vida.

Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 5 de abril de 2010. La fotografía la tomé el viernes 1 de abril de 2010 por la noche, en el Centro Histórico de la capital de Guatemala. Un día más conocido como “viernes santo”, durante el asueto de la Semana Santa.

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