Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

8.10.2010

Otro, Muso


Sí, Muso: otro escrito para celebrar su vida y reconocer su legado. Un breve homenaje de esta estudiante permanente que, como muchos, fue su alumna de la vida, no de las aulas. Lamento que, cuando llegó mi tiempo de estudiar en la U, ya usted se había retirado de la cátedra formal. Aunque me atrevo a afirmar que nunca dejó de enseñar: lo continuó haciendo por medio de sus columnas periodísticas, sus libros y su existencia misma. Más aun, hasta con su muerte dejó, al menos en mí, una enseñanza invaluable: la de vivir intensa y coherentemente hasta nuestro último suspiro. Ese deseo de vivir que le hizo vencer en repetidas ocasiones su reto final. Entiendo que después de tan grandes batallas, haya quedado exhausto. Entiendo su necesidad de descansar.

Por supuesto, a pesar del ánimo esperanzador que me embarga hoy, la energía que me llena de optimismo y mi compromiso indiscutible de seguir siendo parte de la trascendental guerra de las ideas cuyo objetivo es el cambio para bien de nuestra sociedad, no falseo la realidad. El pasado miércoles 4 de agosto me dejé llevar por mi sentir que en ese momento me demandó escribir lo siguiente: “Hoy mi corazón late tristemente. Muy, muy triste. Quisiera no llorar, sin embargo, decidí dejar mis lágrimas correr en Libertad para honrar a quien honor merece. Muso, lo voy a extrañar ¡mucho! Gracias por todo”. La Libertad, el más preciado valor de todo individuo que se respeta y respeta a los otros. Esa Libertad por la cual usted arriesgó en repetidas ocasiones su vida y que lo enfrentó a tantas mentiras y calumnias en su contra.

Leo su discurso inaugural de mi querida Alma Máter, la Universidad Francisco Marroquín, y admiro el reconocimiento público que hizo a una verdad indiscutible: “Es bien sabido que normalmente ninguno desea engañarse a sí mismo; y por esa razón trata de analizar lo que piensa con miras a evitar, hasta donde sea posible, el influjo de prejuicios, pues se da cuenta que los prejuicios conducen al error y que con medios equivocados no se logran las finalidades deseadas”. Cierto al 15 de enero de 1972, como cierto lo fue antes de esa fecha y como cierto lo es hoy, viernes 6 de agosto de 2010. Y como cierto lo seguirá siendo mañana. Como usted Muso, confío en la honestidad intelectual de la mayoría que hará posible la revolución pacífica y su consiguiente evolución que tanto necesitamos.

¿Otro Muso? ¡Imposible! Al fin, cada uno de nosotros es único e irrepetible. Y hay quienes, como usted, que no aparecen muy seguido en la historia. Usted, Doctor Manuel Ayau Cordón, pertenece al selecto grupo de los “más únicos e irrepetibles”. Salude de mi parte a Aristóteles, a Tomás de Aquino, a Ludwig Von Mises y, claro, a Ayn Rand, entre otros que podría listar. Si acaso existe la eternidad, imagino que largas serán las charlas que compartirán. Yo espero me queden muchas décadas de vida para ganar, al menos, mi sitio como oyente de esas discusiones. Hasta siempre, mi admirado Muso.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 9 de agosto de 2010. La foto fue tomada el 11 de febrero de 2009, en los Estudios de Libertópolis, en una de tantas entrevista en las que compartí con el Dr. Manuel F. Ayau Cordón.

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