Es preocupante saber que la vicepresidente Roxana Baldetti
ha logrado meter sus tentáculos en casi todos los entes estatales bajo la
jurisdicción del Organismo Ejecutivo, y que todavía controla en gran parte lo
que sucede en el Congreso de la que espero, algún día próximo, sea la República
de Guatemala. Ya de por sí es aterrador pensar en el poder que han acumulado
los gobernantes, inquietud que aumenta al conocer quiénes lo ostentan. Lo anterior
gracias a la ingenuidad ¿o comodidad?
de tantos que quisieran resolver su vida con el menor esfuerzo, o peor aún, quisieran
que otros los mantuvieran.
Es fácil para un populista, convencer de que vote por él a
aquel que cree que por solo respirar merece que los demás lo mantengan. Y,
lamentablemente, parece ser que hoy muchos forman parte de este grupo al cual
José Ortega y Gasset llamó el hombre masa. ¡Cuántos caen en la telaraña tejida
por quienes después se alimentan de ellos! Todo por su inconsciencia. Al primer
politiquero oportunista que les ofrece aquello que desean sin haberlo ganado,
le dan el poder de hacer lo que se le antoje. Y lo hace: no solo con quienes lo
apoyaron, sino también con aquellos que luchan por algo más que sobrevivir:
luchan por vivir la mejor vida posible.
Irónicamente, quien creyó en la falsas promesas del otrora candidato, luego gobernante, termina en
el mejor de los casos viviendo una existencia mediocre o, como sucede la
mayoría de las veces, miserable. Tristemente, en el proceso logran obstaculizar
el progreso de quienes les hubieran podido proveer de un trabajo productivo que
les permitiera no solo satisfacer sus necesidades básicas, sino mejorar de
verdad su calidad de vida y la de sus seres queridos.
Comparto con ustedes las reflexiones anteriores porque llamaron
mi atención las descaradas declaraciones sobre las redes de corrupción en las aduanas que dio Baldetti al diario Siglo
Veintiuno, publicadas el lunes 4 de noviembre de 2013: “Las mafias se han
guardado: sabemos que se han guardado y, por eso, es la mejora en los cobros
que se han hecho… las mafias que tienen nombre y apellido”. Primero, talvez las
mafias anteriores fueron sustituidas por otras, pero en las aduanas siguen operando
individuos corruptos: burócratas extorsionistas. Segundo, el incremento en los
cobros ha sido mínimo. Y, tercero, no necesitamos que Roxana Baldetti revele el nombre y el apellido de quien
dirige estas redes: sobran las denuncias para saber quién es.
El colmo de la desfachatez es cómo se refirió a las que
llamó las redes del mal; por
supuesto, después de pedir más tiempo para ejercer los poderes casi ilimitados
que se han recetado para disque combatir
tales redes ¿o acabar con su competencia? En fin, una muestra más de
arrogancia, ya que sobra gente que, si tuviera la valentía de contar públicamente
cómo ha sido extorsionada y forzada a pagar comisiones
con tal de poder sacar su mercadería y trabajar, podría poner a la
vicepresidente en el lugar que le corresponde.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo
Veintiuno”, el lunes 11 de noviembre de 2013.Etiquetas: aduanas, corrupción, Guatemala, José Ortega y Gasset, poder, Roxana Baldetti, Siglo Veintiuno
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