Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

1.01.2012

La eterna elección



Nuestra inevitable condición de seres racionales, no sólo nos obliga a decidir a cada momento, sino también a afrontar las consecuencias de esas decisiones, nos gusten o no, aceptemos o neguemos nuestra responsabilidad. No hacer nada es una opción que, por supuesto, tendrá repercusiones en nuestra vida y, probablemente, en la vida de otros. Lo mismo aplica a la decisión de hacer algo, tomar un curso de acción para alcanzar nuestros objetivos. ¡Ah! Porque como seres teleológicos (con fines propios): actuamos siempre en pos de un valor.

Al fin, como bien dijo José Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia. Si no la salvo a ella, no me salvo a mí mismo”. Y esa es la parte irrenunciable del ser humano que aceptamos (también una decisión) al levantarnos todas las mañanas y decidir que vale la pena ¡y el gozo! de seguir viviendo nuestra vida. ¿Se había percatado de que la anterior es una decisión que toma en todo instante? Se queje de su existencia o pase el tiempo sonriendo y viendo con esperanza hacia el futuro, en todo caso, decide seguir adelante porque cree en el porvenir y/o prefiere vivir a morir, a pesar de las promesas que hacen tantos sobre una vida eterna después de la muerte. Más vale una vida finita en mano que escuchar un ciento de promesas de existencias infinitas.

Yo tuve que elegir en este momento entre ir a leer a Leszek Kolakowski, hacer mis ejercicios diarios y escribir este suelto: un fuera de lugar en la Revista NuChef. Pienso que usted que me lee sabrá ya cuál fue mi elección. Después me ejercitaré y leeré “Main currents of marxism”, ya que decidí convertirme en una de las mejores conocedoras en Guatemala del pensamiento socialista. ¡Qué mejor arma para pelear la batalla de las ideas que conocer más que el contrincante sobre las bases de sus creencias! Además de que la lectura de los fundadores de la ideología mencionada me permite fortalecer mis argumentos a favor del individuo y sus derechos, comenzando por la misma Libertad que tenemos para decidir quiénes somos y seremos.

Ser libres es una condena inevitable para Jean-Paul Sartre. Para Ludwig von Mises es el sustento de la acción humana. Para Ayn Rand es uno de los valores más preciados de todo hombre que se precie de serlo. Total, ¿de qué me sirve la vida si no puedo yo decidir qué hacer con ella? Por tanto, el tema de la elección es vital para nuestra existencia plena.

Nosotros elegimos quién o quiénes nos gobiernan. Y no me refiero a aquellos mandatarios que hemos contratado como mandantes para administrar el sistema de normas del país que habitamos. No. Me refiero a las ideas detrás de nuestras acciones, ¿son producto de nuestro juicio independiente, meditado y razonado? ¿O son los dogmas que otros nos han enseñado y hemos admitido sin cuestionar la validez de sus conceptos y verificar la veracidad de sus premisas? ¿Es acaso este un asunto en el que usted ha meditado alguna vez? ¿Sabe que es al final la elección mas trascendental que toma?

Piense, apreciable lector, lo importante que es el elegir cuáles son los fundamentos de nuestras elecciones. Tal vez se preguntará ¿por qué? ¿Para qué? ¿Con qué sentido? Pues, simplemente para que tenga más posibilidades de alcanzar el propósito de su vida, que es el mismo de todos: ser feliz. Ese estado personal, individual, que nadie más puede experimentar por usted. ¿Quién quiere ser? ¿Qué quiere hacer con su vida? ¿Qué valores quiere alcanzar? ¿Cómo va a vivir esa existencia única e irrepetible que llamamos vida? Brindo por mi decisión de vivir según los dictámenes de mi razón. Brindo por la posibilidad de que más así lo decidan. Lehaim.


La presente reflexión fue publicada en la Edición 32 de la Revista NuChef (septiembre-octubre 2011). La imagen la bajé del sito de AxetrakFM.

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