Principios / Marta Yolanda Díaz-Durán A.

6.16.2014

La "rasuradita" del alcalde dadivoso



El protagonista de esta historia, tan real como usted que la lee, es Hilario Ramírez Villanueva. Los hechos que relato ocurrieron el domingo 8 de junio de 2014, cosa poco importante porque podría suceder algo similar cualquier día, a cualquier hora, en cualquier poblado de Latinoamérica, no solo en México.

Ramírez Villanueva, más conocido como Layín, alcalde de San Blas (Nayarit) del año 2008 al año 2011, quiere ocupar de nuevo tan lucrativo cargo, y para ¿alcanzar ese objetivo? confesó en un mitin proselitista que robó: “Han dicho que robé mucho dinero. Sí robé, pero poquito, porque no había dinero… Ustedes lo saben, compañeros, las presidencias [municipales] están bien pobres, no hay dinero. Ojalá hubieran estado los 150 millones, a ver si no me los llevo los cabrones…”, declaró entre sonoras carcajadas. ¿Se burlaba descaradamente de los asistentes? ¿Gente tan ingenua que permite que se rían en su cara y, lo que es peor, ríen con quien se mofa de ellos? “Le di una rasuradita. Nomás una rasuradita… ¿A quién no le gusta el dinero? ¡A todo el mundo!”.

Layín dice que desea gobernar otra vez para resolver la crisis financiera del municipio: “Si llego, compañeros, y no les cumplo, mándenme a chingar a mi madre… quiero ser presidente [municipal], para pagar todas las drogas que han dejado…mis colegas, las drogas que dejó Layín y las drogas que deje esta administración”. Aunque a la pobre madre ya la jorobó él mismo: “Todos los presidentes municipales cuando salían se iban a vivir a Tepic. Pues yo chingué a mi madre, me regresé a Huaristemba”. Tal vez no puede vivir solo, pero sí le alcanza para contratar a una de las bandas más conocidas de México para celebrar su cumpleaños: “…con puesto o sin puesto, con votos o sin votos… están invitados todos mis amigos y también mis enemigos de todo el estado, de toda la República. Viene la banda de ‘El Recodo’, pa’ que bailen, compañeros, a disfrutar de una bonita fiesta”.

Unas horas después afirmó que todo era una broma: “Soy un tipo que me gusta mucho la broma y al pueblo le gusta la broma, y la broma va con la política”. Una broma con la cual ríen los ladrones que gobiernan, sus familiares y ¿amigos? u oportunistas que buscan aprovecharse del poder temporal que goza el parásito deslenguado que logró, democráticamente, que lo eligieran presidente, alcalde, diputado… Aquel que ocupa un cargo dentro de la burocracia estatal que le permite vivir a costillas de los demás robando y extorsionando.

Este cuento, cuyo nombre del protagonista es irrelevante -podría llamarse Arnoldo, Alfonso, Hugo, Cristina, Otto, Nicolás, Roxana, Daniel, Mauricio, Álvaro, Óscar…- no tiene todavía final, pues quienes permiten sus fechorías son aquellos que se tragan las fantasías que les venden para que voten por ellos. Son responsables aquellos que esperan que el gobernante de turno, en nombre del abstracto Estado, les resuelva la vida, cuando la única existencia que a estos les importa es la propia. Así fue, así es y así será por siempre.



Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 16 de junio de 2014. La imagen la bajé de la Internet.

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