12.02.2013

La salud estatal mata



En mi artículo anterior escribí: “Todas las demás tareas que asigna el Estado Benefactor/Mercantilista a los gobernantes son solo una fuente de corrupción, y sobra la evidencia en el pasado y en el presente que confirma esta aseveración… en casi todos los casos, la educación en manos de los gobernantes termina siendo pura programación de los niños y jóvenes de hoy en futuros siervos no deliberantes… en lugar de ciudadanos pensantes. La salud a cargo del abstracto Estado no es más que un ruin y falso consuelo para los pobres y, en muchas ocasiones, más que sanar al enfermo acelera su muerte”. Lo anterior motivó un emotivo correo que me envió un lector que se identifica como un médico que trabaja en el sector estatal de salud.

Omito de su comentario los ataques ad hóminem y demás falacias, solo transcribo lo que considero el origen de su equivocación, y la de muchos, debido a un análisis ceteris paribus y fuera de contexto del porqué de la situación que describe: “Existe gente (por si no lo sabía) en nuestro país que sobrevive con menos de Q1.500 mensuales de ingreso FAMILIAR. Desde esa perspectiva,  dígame usted cómo podría esta familia suplir sus gastos de Salud y Educación con tan magro ingreso???... En fin, personas ‘acomodadas’ como usted y yo, posiblemente podríamos hacerle frente a esos rubros con nuestros propios ingresos, pero no el 80% de la población” (sic).

Para cualquiera que entiende mis escritos o escucha mis programas es obvio que conozco la miseria en la cual viven muchos. Sin embargo, mi principal preocupación (más que tratar de ayudarlos a sobrevivir con sus ingresos actuales) es promover medidas que permitan que sus ingresos y su poder adquisitivo, y los de todos, aumenten. El problema no es cuánto ganan hoy, sino por qué no ganan lo suficiente para que ellos mismos puedan elegir el tipo de educación, salud, vivienda… que deseen y no la que les imponen los gobernantes apoyados por personas compasivas, pero emocionalmente manipuladas.

Todo aquello que ofrecen los políticos con el objetivo de adquirir poder más allá del necesario para cumplir con sus funciones propias (seguridad y justicia) son una especie de placebo para aliviar momentáneamente el falso sentimiento de culpa de algunos que se consideran privilegiados (aunque no lo sean) o acomodados, como dice mi lector. Son solo promesas incumplibles para conseguir el voto de quienes desean satisfacer sus necesidades con el mínimo esfuerzo o quisieran que otros los mantuvieran. Lo triste de esta historia real es que al final los únicos que se benefician del oportunismo de unos y la ingenuidad de otros, son los gobernantes, sus familiares y sus asociados en los negocios del Estado.

Lo que necesitamos para prosperar todos, además de aclararnos las ideas, es que se retiren del camino los obstáculos que impiden producir y crear riqueza, la única forma de acabar con la pobreza. De lo contrario, los bienintencionados seguirán pavimentado el camino al infierno de los más necesitados.


Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 2 de diciembre de 2013.

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