Camina un rumbo lleno de
peligros. Camina decidido en pos de un sueño, dispuesto a enfrentar la
pesadilla que va a representar el alcanzarlo. Tiene nueve años. Tal vez tiene
doce. O puede ser que ya haya cumplido los quince. Al final, su edad es
irrelevante, lo importante es que decidió ser caminante para alejarse de su región
de origen. Los motivos pueden ser variados, pero la meta es la misma: llegar a
Estados Unidos.
Más allá de si va a trabajar para
ganar dinero, o estudiar como algunos quisieran creer, lo único que sin duda
sabemos es que va con la esperanza de un futuro mejor al presente que vive en
Guatemala, en Honduras, en El Salvador… No obstante, por la abundante evidencia
que existe en lo que a las llamadas remesas
trata, me atrevo a asegurar que va en busca de ser productivo y ganar el dinero
suficiente para satisfacer sus necesidades y enviar todo lo que pueda a sus
familiares que dejó atrás al emigrar.
Al llegar a su destino, en lugar
de parasitar de los ciudadanos y residente legales
de la localidad, acepta las labores que estos no están dispuestos a hacer.
Consigue un empleo como agricultor, limpia baños, lava platos… ansía recibir
los frutos de su trabajo independientemente de lo que este represente, una vez
sea una labor decente. Le importa poco cuántas horas al día trabaje y
cuántos días a la semana tenga que hacerlo. Su objetivo es poder reunir lo más
pronto posible el capital que le permita avanzar en una sociedad donde todavía
lo que la mayoría posee lo ha adquirido a base de su esfuerzo y su ingenio.
Para nosotros, los que nos
quedamos, el reto es entender el porqué de tan arriesgada decisión del niño y
de sus padres cuando este emprende el viaje apoyado por sus progenitores, lo
cual, según sé, no siempre es el caso. Aceptar que si lo hace es porque la
alternativa, quedarse en el país en el cual nació, es peor que enfrentar todas
las desventuras que van a encontrar en el camino que debe recorrer para llegar
a una nación en la cual sus probabilidades de prosperar son mucho mayores que
las que brinda su terruño.
Los que nos quedamos, que nos
indignamos al enterarnos cómo reciben unos cuantos descendientes de inmigrantes
a nuestros compatriotas encerrándolos provisionalmente
en jaulas destinadas a animales salvajes, debemos actuar objetivamente,
estudiar la raíz del problema y cambiar lo que debemos cambiar si queremos que
algún día el país de las infinitas oportunidades sea el nuestro. Aprender que
la diferencia abismal entre la calidad de vida de los estadounidenses y nosotros
se debe al sistema político que los padres fundadores les legaron. No el actual
Estado Benefactor/Mercantilista que algún día puede acabar con la riqueza que
tanto les ha costado crear, sino a la auténtica República Liberal basada en un
verdadero Estado de Derecho que reconoce como deber primordial de los
gobernantes el velar por los derechos individuales de todos: la vida, la
libertad, la propiedad y el derecho a buscar la propia felicidad.
Ahora: quienes permiten este estado mercantliista? Si tan claro el problema, quienes se oponen a que este problema se pueda corregir ?
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