La naturaleza
humana es más poderosa que cualquier intento del hombre por cambiarla. Nuestra
naturaleza, que es teleológica. O sea, de fines propios, elegidos por cada
individuo. Nuestra naturaleza que es egoísta y de nosotros depende que ese
egoísmo sea racional o irracional. Egoísmo cuyo significado es que todo ser
humano vela por su interés propio. Por supuesto, al ser el hombre el ser vivo
con una capacidad racional superior, exponencialmente mayor que la del resto de
animales, lo hace capaz de actuar en contra de sí mismo, en detrimento de su
vida y, en mucha ocasiones, en perjuicio de otras personas. Todo por un error
sin sentido: el error de falsear la realidad.
Pero, ¿quiénes le
tienen miedo a la naturaleza humana y por qué le temen? ¿Cuál es el problema de
aceptarla? ¿Por qué prefieren vivir en una fantasía, que suele terminar en una
pesadilla, en vez de disfrutar de su vida? ¿Por qué no se promueven las normas
que vayan de acuerdo con lo que somos, y no lo que algunos quisieran que
fuéramos? ¿Para qué desean tantos cambiar nuestra naturaleza? ¿Los intereses de
quiénes favorece esta confusión? ¿Por qué la mayoría acepta, casi sin discutir,
esta situación? ¿Por qué hay tanta gente que tan fácilmente se deja manipular?
Las anteriores
preguntas, y muchas más, me las hago constantemente. Lo que hoy me lleva a
compartirlas con ustedes es un artículo reciente del escritor nicaragüense
Sergio Ramírez titulado: “La derrota de las ilusiones”. A continuación copio
las ideas que me parecieron más interesantes del escrito mencionado:
"...los
antiguos combatientes... convertidos en prósperos burgueses, dueños de la
riqueza que con las armas arrebataron de otras manos. Es como si la ley de la
historia fuera esa, que los ideales solo pudieran subsistir en tiempos de
lucha, y empezaran fatalmente a revertirse, pervertidos por el ejercicio del
poder que tiene sus propias reglas, la peor de ellas convertir a los oprimidos
en opresores… Más que un agente del cambio será en adelante un agente del
poder… El poder, que se vuelve contra los ideales que lo engendraron… Las
reglas del poder son milenarias y funcionan lo mismo bajo cualquier sistema
como queda explícito en los dramas de Sófocles y en los de Shakespeare, bajo
las tiranías griegas o bajo el feudalismo, bajo la revolución francesa o bajo
la revolución cubana, o la fenecida revolución nicaragüense… La realidad nunca
miente…”
Me parece
sumamente importante el reconocimiento que hace el exVicepresidente de
Nicaragua a que la historia del fracaso de las revoluciones violentas ha sido
la misma desde siempre. Pero, mal que bien, la civilización avanza, el hombre
como especie progresa, gracias al reconocimiento que pensadores preclaros hacen
de hechos propios de la naturaleza humana. Entre ellos puedo citar el
infinitamente repetido axioma de Lord Acton: “El poder tiende a corromper. El
poder absoluto corrompe absolutamente”… a todos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario