Me gusta la literatura de
ambos y aprecio lo que he aprendido leyéndola. No he leído toda su
obra, todavía, pero sí gran parte de esta. He leído los
suficientes libros para tener mis preferidos de cada autor. De
Gabriel García Márquez con mucho placer leería de nuevo “El amor
en los tiempos del cólera”. De Mario Vargas Llosa quedé fascinada
con “Conversación en la Catedral”: quería terminar de leerla de
un tirón. Sin embargo, la serie de novelas suyas que más me ha
entretenido es aquella en la que nos cuenta la historia de don
Rigoberto, doña Lucrecia y Fonchito.
Cartas a un joven
novelista. Crónica de una muerte anunciada. La tentación de lo
imposible. Cómo se cuenta un cuento. La orgía perpetua. Noticias de
un secuestro… Sólo para listar los libros que he leído de ellos y
comentar qué me agradó de estos y qué no, tendría que escribir un
ensayo y no un artículo. Lo que sí puedo asegurar en este breve
espacio es que a los dos los considero parte del grupo de escritores
gracias a los cuales yo aprendí, mal que bien, a escribir. Cómo
manejan el lenguaje, el maridaje de palabras, la narración… me
parecen geniales. Y por eso, los seguiré leyendo mientras pueda.
Ahora, en lo que a
coherencia de ideas y acciones políticas trata, no tengo duda en
afirmar que al único de los dos que admiro es a Vargas Llosa quien,
a pesar del ostracismo al cual fue condenado por sus antiguos amigos
y compañeros del mundo literario latinoamericano, tuvo la valentía
de reconocer que se había equivocado y enmendar su error. Después
de ser parte de los jóvenes ilusionados con la llegada de Fidel
Castro al ejercicio del poder en Cuba, se convirtió en unos de sus
principales críticos al darse cuenta de las miserias a las que
condenan el socialismo y más aún el comunismo, a quienes viven bajo
estos regímenes que solo pueden ser mantenidos a la fuerza.
García Márquez, por
motivos conocidos por él, poco se atrevió a cuestionar públicamente
la constante violación a los derechos humanos y la pobreza en la
cual viven la mayoría de los cubanos. Tal vez, lo más que se
atrevió a hacer es negarle su apoyo a Hugo Chávez, hijo putativo de
los Castro, en su proyecto de adueñarse de Venezuela. Por lo
anterior, como persona, García Márquez baja sensiblemente en mi
apreciación. No obstante, esto no cambia un ápice la opinión que
de él tengo como literato.
Como dijo Octavio Paz al
aceptar el Premio Cervantes en 1981: “La libertad… es un acto a
un tiempo irrevocable e instantáneo, que consiste en elegir una
posibilidad entre otras… es la afirmación de aquello que, en cada
uno de nosotros, es singular y particular, irreductible a toda
generalización”. Las decisiones políticas tomadas por cualquiera
de los tres ganadores del Premio Nobel de Literatura que cito son
elecciones, equivocadas o correctas, únicas de ellos y solo ellos
son responsables de sus consecuencias. Pero la obra que nos han
legado puede ser un deleite para quienes vivimos enamorados de las
palabras bellamente encadenadas.
Artículo publicado en el
diario guatemalteco “Siglo Veintiuno”, el lunes 21 de abril de
2014.
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