Después de que la mayoría de diputados cedieron al chantaje
de los gobernantes apoyados por los delincuentes del STEG, sentí que violaron
mis más elementales derechos: que fui secuestrada por una banda a la cual mis
conciudadanos le entregaron el poder de decidir sobre mi vida, mi libertad y mi
propiedad. El contubernio entre Otto Pérez Molina y los malhechores que bloqueron las carreteras quedó claro
ante la ausencia de las fuerzas de seguridad, responsables de velar porque se
respeten los derechos de todos, incluido el derecho a la libre locomoción.
¿Dónde estaba Mauricio López Bonilla, el inútil Ministro de Gobernación?
¿Escondido debajo de su escritorio?
También es despreciable la actitud de los congresistas que,
cual cobardes sabandijas, capitularon frente a las hordas de Joviel Acevedo, el
más famoso perro de ataque de los gobiernos de turno en el presente siglo.
¿Cuánto dinero se irá a embolsar el mencionado criminal que actúa impunemente
en Guatemala? ¿Qué ganaron los diputados con aprobar la ampliación presupuestaria por 1500 millones de quetzales? Dinero
que usted sabe que saldrá de nuestros bolsillos: de nosotros, los explotados
tributarios.
Pero, lo más importante es entender el origen del problema,
el por qué; y reconocer que el poder que hoy gozan los gobernantes lo han
adquirido a lo largo de los años. Lamentablemente los constituyentes de 1985
desperdiciaron la oportunidad que tuvieron de legar a los guatemaltecos un
sistema político justo, republicano, que asegurara la igualdad de todos ante la
Ley y limitara el ejercicio del poder. En lugar de eso, nos decretaron una
Constitución complaciente con los grupos de presión, los cuales a la fecha se
han multiplicado bajo el abrigo del Estado Benefactor/Mercantilista por el cual
se decantaron nuestros más recientes padres
y madres de la Patria.
Los designados a la trascendental tarea de decidir las
normas bajo las cuales íbamos a vivir, imbuidos por ardores ideológicos, más
preocupados en satisfacer intereses de sectores, faltos de una filosofía
objetiva, optaron por aprobar un fiambre de reglas que abrieron las puertas no
solo a la confusión (por las contradicciones en las que cayeron) sino que
allanó el camino que permite la corrupción que corroe todos los entes
estatales, ya sean centrales o locales. Como era de esperarse, esa carencia de virtudes
de unos, y la incoherencia en otros, contadas las excepciones, dieron vida al
sistema de incentivos perversos dentro del cual vivimos hoy, los cuales han
promovido el olvido de muchos de los principios fundamentales que aseguran la
convivencia pacífica en una sociedad. Y sin esa paz basada en el respeto mutuo,
no podemos progresar.
Nos hemos dejado secuestrar. Unos por fantasear con una vida
parasitaria. Otros por no hacer el esfuerzo mental de separar sus premisas
falsas de las verdaderas, y los demás por no tener la valentía de participar en
la batalla más importante de todo ser humano que se precie de serlo: la batalla
de las ideas.
Marta Yolanda felicitaciones por este artículo excelentes calificativos porque no puede haber otros más apropiados. Tulio Fernandez
ResponderBorrarLa entrada es de mucho interés y actualidad. El mercantilismo es una realidad de la que por desgracia nadie se libra en ninguna parte del planeta.
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