La semana pasada fue trágica en Venezuela. Por lo menos seis
personas fueron asesinadas por esbirros del gobierno de Nicolás Maduro, y
centenares fueron detenidos ilegalmente. De muchos de ellos aún se desconoce su
paradero. Entre los muertos se encuentran estudiantes universitarios de los que
convocaron a la población para expresar pacíficamente su malestar con el
deterioro de la vida de los habitantes de su país. Un territorio en el cual se
encuentra una de las mayores reservas petroleras del mundo, sin embargo, para
la mayoría es un calvario encontrar productos diarios básicos, como por ejemplo
el papel de baño, la leche, los huevos, la carne… En fin, el socialismo del
siglo veintiuno los ha regresado a condiciones propias del siglo dieciocho.
Hace más de 15 años (2 de febrero de 1999) cuando Hugo
Chávez llegó al ejercicio del poder, los venezolanos esperaban que el cambio de
sistema que les había ofrecido el ungido les permitiría vivir mejor. La mayoría
que democráticamente voto por él y su propuesta, se engañó a sí misma creyendo
que el cambio que les ofrecía era el que necesitaban para progresar.
Estaban mal, no me cabe duda. El Estado
Benefactor/Mercantilista bajo el cual vivían (y vivimos nosotros) es un fracaso
y sus consecuencias en el largo plazo son nefastas: fomenta la proliferación de
grupos de presión que buscan privilegios, facilita la corrupción y promueve el
parasitismo y la mendicidad en tantos que se acostumbran a existir de manera
mediocre, mantenidos por otros. No obstante, el socialismo pleno que les
ofreció Chávez era aún peor: solo profundizó los males del sistema anterior
pues, al fin, sus premisas son muy similares. Además, acabó con la poca Libertad
que aún tenían.
Como bien escribió Luis Figueroa en su blog “Carpe Diem” (www.luisfi61.com): "Aquellas dictaduras no
llegan ahí solitas. Hay quienes las llevan y las cultivan. Se cultivan entre la
decepción ciudadana frente a políticos corruptos e ineptos. Se cultivan con la
complicidad de élites clientelares, pancistas, ajenas a los principios,
acomodaticias, serviles y codiciosas. Se cultivan entre ciudadanos que creen
que pueden evitar las consecuencias de eludir la realidad y que no se
involucran en la cosa pública por prudencia, o por cobardía. Se cultivan entre
intelectuales que celebran las dictaduras en las vecindades. A las dictaduras
hay que detenerlas antes de que se consoliden”.
En Guatemala necesitamos que más personas participen cívicamente
antes de que lleguemos a una situación parecida a la descrita. Aprendamos de
los errores de ellos. Ignorando la realidad lo único que hacemos es facilitar
el camino de los dictadores que terminan convirtiendo en siervos suyos a los
otrora mandantes. Si queremos algún día vivir en paz, dentro de una sociedad
donde nos respetemos los unos a los otros, donde todos seamos iguales ante la
Ley y los gobernantes no puedan utilizar el poder para violentar nuestros
derechos, debemos involucrarnos en la batalla de las ideas.
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