Después de que leí la versión gráfica para niños de “La
Ilíada y la Odisea” quedé fascinada con los chistes,
como les llamamos en Guatemala a los cómics o tebeos. Mis preferidos eran los
cuentos de superhéroes. En mi imaginario infantil, Supermán y todos los que luchaban por el bien ocupaban uno de los
espacios más preciados. Aquellos cuya misión era velar porque hubiera justicia
y que, la mayoría de las veces, actuaban al margen de la ley y ponían en su
lugar a quienes abusaban del poder. Hoy a estas figuras se les conoce como vigilantes.
“Yo soy libre, sin importar las reglas que me rodean. Si las
encuentro tolerables, las tolero, si las encuentro demasiado desagradables, las
rompo. Soy libre porque sé que sólo yo soy moralmente responsable de todo lo
que hago”, declaró Robert A. Heinlein, escritor de ciencia ficción. Un
enunciado que describe la visión de estos personajes ficticios que, sin duda,
influenciaron mi psique (ψυχή), en el
sentido que los griegos daban al término. Una afirmación que enfatiza la
responsabilidad individual. No es romper las reglas por romperlas, ser rebelde sin causa. Es aceptar que de
nosotros mismos dependen nuestras acciones y los resultados de estas.
Toda lectura es para mí una aventura. Amo perderme en
historias, en misterios, en cuestionamientos… los cuales me permiten acumular
conocimiento. Y actuar, con el pasar del tiempo, de manera coherente con esos
principios que he hecho míos leyendo o, como todos, equivocándome. Entre las
lecciones que me costó aceptar es que nuestro actuar justo puede beneficiar a
personas con las cuales no compartimos valores. Pero sé que, al final, lo que
nos debe importar es el efecto que nuestras decisiones van a tener en el
bienestar de nosotros, de nuestros seres queridos y de todos aquellos que
forman parte de la sociedad a la cual pertenecemos.
La paz es esencial para el progreso. Para que haya paz
debemos respetar los fundamentos del debido proceso, lo que puede beneficiar a
alguien que nos desagrada, pero en el largo plazo asegura la libertad de los
inocentes. Puedo mencionar dos casos recientes que sirven como ejemplo de lo
anterior: el juicio contra Efraín Ríos Montt y la extradición de Alfonso
Portillo que, como todos los Presidentes que hemos tenido, es un corrupto. Pero
si se violentó el debido proceso en ambos casos debe ser denunciado. Por otro
lado, debemos derogar la legislación que entorpece el funcionamiento de la Ley.
Como bien dijo Montesquieu: "Las leyes inútiles debilitan las leyes
necesarias". Por cierto, la desobediencia civil es un derecho
constitucionalmente reconocido en Guatemala (artículo 45).
En la batalla de las ideas, como con el cuidado propio, muchos
se descuidan, lo que permite que la mentira avance como un virus. La única
forma de combatirlo y vencerlo es fortaleciendo los argumentos en pro de la
verdad, enfrentando directamente las falacias y, por supuesto, no falseando la
realidad. Ser íntegros, sin importar cuántos estén de acuerdo con nosotros.
Excelente!!!!
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