Margaret Thatcher fue, ante todo, una persona con ideas
claras y la suficiente valentía para enfrentar a muchos cuyos intereses se
vieron afectados por la férrea voluntad de alguien extraordinario que no le
importó ir contra corriente. Una mujer valiente que formó sus juicios, la
mayoría de las veces, a partir de premisas verdaderas que le permitieron
cambiar el destino del mundo al ser, a mi parecer, la principal responsable de
acabar con la Guerra Fría y la amenaza que ésta representaba para la humanidad
en general. Por supuesto, además de mejorar las condiciones de vida de los
ingleses, condiciones que se habían visto seriamente deterioradas después de
años viviendo bajo gobiernos socialistas.
Sobran las frases, los discursos, los comentarios… de
Thatcher para probar que fue, más que nada, una mujer inteligente, de
pensamiento correcto, como lo muestra la siguiente declaración que dio en una
entrevista a “Women’s Own” en 1987: “…there's no such thing as society. There are
individual men and women and there are families. And no government can do
anything except through people, and people must look after themselves first. It
is our duty to look after ourselves."
Thatcher mostró con el ejemplo que no existe almuerzo gratis. Probó que no se necesita nacer en cuna
noble ni crecer alimentada con cubiertos de plata para alcanzar nuestros valores,
sin importar lo altas que sean nuestras metas. “Disciplining
yourself to do what you know is right and important, although difficult, is the
highroad to pride, self-esteem, and personal satisfaction”. Fue Thatcher
una persona orgullosa de sus éxitos, justamente ganados a base de esfuerzo
propio.
Y poco le importaron las mentiras y las falacias ad hominen
que solían proferir en su contra los débiles mentales, los resentidos y los
privilegiados que se vieron afectados por sus decisiones. “I always
cheer up immensely if an attack is particularly wounding because I think, well,
if they attack one personally, it means they have not a single political
argument left.” Sabía que en la batalla de las ideas ella ganaba: tenía
los pelos de la burra en la mano para decir de qué color era. Fue aliada de la
realidad: íntegra y de fundamentos sólidos.
La única manera en la cual los pobres serán menos pobres es
creando riqueza, y para alcanzar ese objetivo se necesita invertir capital para
transformar los recursos con los que contamos en ese bienestar que deseamos la mayoría:
aquellos que estamos dispuestos a trabajar, a ganarnos el pan de cada día con nuestro propio empeño y usando nuestra
mente, arriesgando lo nuestro. Una sociedad en la cual no caben los gorrones
que quieren vivir a costillas de los otros. Un principio que entendió la dama
de las ideas, ideas que llevó a la práctica con la convicción de que sus
mandantes iban a mejorar su calidad de vida. Hecho innegable de la era que será
conocida por la historia como la Época Tatcheriana. Larga vida al legado de Margaret
Hilda Thatcher, Baronesa Thatcher de Kesteven.
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