Se parecen a los extorsionistas. Acusan a quienes no
coinciden con ellos en su supuesta lucha
contra la corrupción de pertenecer a oscuras
organizaciones criminales, de ser parte de la oligarquía explotadora,
de ser corruptos… y de cualquier sandez que se les ocurra a sus emotivas cabecitas. ¡Ah! Quiero
mencionar la ridícula ocurrencia de acusar a quienes cuestionan los abusos por
parte de miembros de la CICIG de vendidos
al ¿Mariscal Zabala? O sea, a un edificio inanimado, en lugar de tener al
menos los cojones de mencionar a Otto Pérez Molina y a otros que lo acompañan
en el mentado cuartel convertido en cárcel. En fin, una sarta de tonterías y falacias
que no intentaré listar ya que rebasan el espacio de cualquier artículo de
tamaño promedio.
En mi caso, pues SÓLO me hago responsable de lo que YO digo
y de lo que YO hago y NO de lo que otros interpreten y menos de lo que digan
que dije o hice, dejo CLARO que estoy en contra de TODO abuso de poder,
independientemente de quién sea el señalado, y sus consecuencias que INCLUYEN
la corrupción en sus distintas expresiones. Hecho que es obvio para quienquiera
que haga el esfuerzo mental por aclararse las ideas y para aquellos que han
seguido mi trayectoria en los diecinueve años que llevo de ejercer el
periodismo.
No me amedrentan los bullies. A estos los enfrento dando la
cara y el nombre, si ellos también los dan. A los que actúan en las redes sociales
por medio de cuentas falsas, escondiéndose detrás de seudónimos, los ignoro. Al
final, son cobardes que sólo pueden actuar en mara o en el anonimato, pero en el momento que alguien se les planta
y los expone como lo que son, irracionales resentidos, se achicopalan y no les queda más que recurrir al insulto. Pobre la
gente que les hace el coro y terminan convirtiéndose en los peones de los
saqueadores de los grupos de presión.
Comparto la
opinión de Fernando Savater de que muchos de los más críticos con la corrupción, en especial si sólo se han dedicado a
la política, no se indignan por integridad, sino por deshonestidad contrariada:
no perdonan a los corruptos haberse aprovechado de una ocasión que a ellos no
se les ha ofrecido. “Entre los que van a la puerta de los tribunales a chillar
contra los encausados hay algunos personalmente perjudicados, sin duda, pero
creo que la mayoría van como maletillas olvidadas, a pedir una oportunidad…”. No
buscan limitar el ejercicio del poder arbitrario de los gobernantes y
funcionarios. Por el contrario, esperan ampliarlo con la esperanza de que algún
día sean ellos quienes lo ejerzan.
Pero, a fin de cuentas, no es a ellos
a quienes me dirijo en mis escritos y mis programas. A mí me interesa
reflexionar e intercambiar ideas con personas que, como yo, buscan la verdad,
que son honestas y quieren vivir en una sociedad donde prevalezca la justicia y
el respeto mutuo. Personas productivas que no pretenden vivir a costa de nadie
y que cada vez tienen más claro que debemos limitar el poder para acabar con la
corrupción y los abusos en general.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo
Veintiuno”, el lunes 25 de septiembre de 2017.
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