En camino a la ciudad de los vientos leí en los diarios de
mi país que ocho personas más brindaron su testimonio sobre las masacres
cometidas, según ellos, por los militares en la zona ixil en los años 1981 y
1982. Los relatos de estos nuevos testigos son tan conmovedores como lo fueron
los de quienes atestiguaron en contra de Efraín Ríos Montt y Mauricio
Rodríguez. Es imposible no conmoverse con el dolor de otros cuando uno es
honesto y desea el bien a los demás. Espera convivir con todos en paz. A una
persona justa, de corazón noble, le indigna escuchar semejantes historias.
Sin embargo, cuando uno empieza a hurgar en búsqueda de la
verdad, no queda más que dudar sobre la veracidad de las declaraciones de algunos
de los testigos. ¿Nos cuentan los hechos tal cual fueron o tal como los
convencieron que los contaran? ¿Qué datos relevantes no comparten? ¿Estaban
ellos o sus familiares involucrados en el conflicto? En fin, solo sé que uno de
los pocos puntos conocido en estos procesos es que son muchos los intereses,
principalmente monetarios, detrás de estos. Y no estoy hablando de unos cuantos
millones. Me refiero a miles de millones de quetzales, de dólares, de euros…
tanto de nuestros impuestos como del dinero ofrecido por los burócratas de la
cooperación internacional, el cual sale de los bolsillos de los tributarios de
sus países.
Cómo no dudar, cuando en asuntos políticos son comunes las
mentiras a la carta y de acuerdo al gusto
de aquellos a quienes quieren convencer los que ansían el poder. Estos últimos
son capaces de todo: de rasgarse las
vestiduras y ofrecer cualquier cosa con tal de alcanzar sus objetivos.
Entre los politiqueros y sus siervos todo se vale. Y no podemos negar el
contexto político dentro del cual se están llevando a cabo estos juicios.
Un hecho lamentable, porque la mayoría queremos que haya
justicia, pero no por eso vamos a pasar a formar parte del club de los
engañados. No dudo de que hubiera militantes de ambos bandos, tanto del
ejército como de la guerrilla, que cometieron abusos. Pienso que los
responsables de estos crímenes deben pagar las consecuencias de sus acciones: compensar
a sus víctimas o a sus deudos en caso de que los primeros hayan muerto. Pero no
es lo mismo buscar a quién me la debe que a quién me la paga.
“La única verdad es la realidad”, nos enseñó correctamente
Aristóteles. Descubrimiento que no conviene a los manipuladores que desde
siempre se han aprovechado de la ingenuidad y la pereza intelectual de la gente.
En el pasado esta indiferencia la explicaba la necesidad de trabajar alrededor
de 18 horas al día, los 7 días de la semana, para intentar sobrevivir. Hoy, a
partir de la revolución industrial capitalista, el panorama cambió para bien de
la mayoría. No obstante, muchos optan por ser parte de la masa, fácil de manejar por medio de sus emociones. De la desidia
intelectual de unos y del rencor de otros, se aprovechan los estafadores para
alcanzar sus metas. Solo creo en la realidad.
Artículo publicado en el diario guatemalteco “Siglo
Veintiuno”, el lunes 15 de julio de 2013.
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