El pasado martes 5
de junio, publiqué en las redes sociales que frecuento (Facebook y Twitter) una
idea que hace tiempo habita en mi cabeza. Compartí con otros cibernautas lo
siguiente: “El problema no son los mentirosos. El problema son aquellos que les
creen. Aquellos que por miedo a vivir plenamente se acomodan y se dejan engañar”.
Pese a que el pensamiento y el orden de las palabras son míos, casi
inmediatamente empecé a recibir comentarios sobre una canción de Ricardo Arjona
que decía algo similar.
Mi respuesta a
quienes me informaron sobre lo escrito por nuestro compatriota fue la misma en
todos los casos: que no conocía la canción de Arjona. Reconozco sus logros y la
tenacidad con la cual ha buscado sus sueños y los ha hecho realidad. Una
actitud loable. No obstante, su música, en la mayoría de los casos, no es de mi
agrado. Bien dijeron los escolásticos: “los gustos no son discutibles”. Agregué
en mi respuesta que el contexto en el cual ambos habíamos identificado un problema era distinto. Yo me refería
al ámbito político, y él al ámbito sentimental. Además, podría asegurar que no
somos los únicos que hemos dicho algo similar.
Sin embargo,
curiosa como soy, después de responder a las personas que amablemente se habían
comunicado conmigo, volé a YouTube a buscar la canción de Arjona,
en la cual encontré otras afirmaciones que, pienso, podemos aplicar igualmente a
nuestra esfera pública, no solo la privada: “El problema no es que mientas, el
problema es que te creo… El problema no es cambiarte, el problema es que no
quiero… El problema no es que duela, el problema es que me gusta… El problema
no es lo que haces, el problema es que lo olvido… El problema no es qué digas,
el problema es lo que callas”. ¿Necesito explicar por qué lo anterior también describe
en gran parte la relación entre los políticos y muchos de los ciudadanos? ¿El
autoengaño del gobernado que acepta las mentiras del gobernante?
"Puedes
ignorar la realidad, pero no las consecuencias de ignorarla" escribió
Ayn Rand. Por eso, la condena del engañado es vivir desencantado. Vivir con
temor y a la espera de un cambio que no vendrá. Culpando a otros de su fracaso.
Renegando de quienes lo engañaron en el pasado, pero cayendo en las mismas
trampas en el presente. Total, cree que es más fácil que otros se encarguen de
satisfacer sus necesidades. Que se responsabilicen los demás de su existencia.
La verdad del
engañado es que se engaña a sí mismo. Quiere ser engañado. Sus motivos son
variados. Le gusta ser engañado por desidia, porque desea que otros se
encarguen de sus necesidades. Le gusta ser engañado por miedo a asumir las
consecuencias de sus acciones: por miedo a ser responsable. Le gusta ser
engañado por envidia, por sentirse incapaz de lograr sus objetivos y de
alcanzar los éxitos que otros han conseguido, ya sea en el ámbito material o en
el mundo intelectual. El engañado es masoquista: le gusta ser engañado. No se
engañe.
Totalmente de acuerdo. Creo que el engaño empieza en las elecciones, cuando creemos que un nuevo gobierno cambiará las cosas, cuando en realidad todo es una falacia.
ResponderBorrarNo digo que no exista buena voluntad en algunos que están en el ejercicio del poder, pero como has apuntado en la radio, de buenas intenciones esta empedrado el camino al infierno...
Por cierto, la canción de Arjona podría utilizarse para las próximas elecciones... (conociendo a la marita polítiquera local...). en fin...
Saludos!!